martes, 24 de julio de 2007

orlando de la matta relata la historia de 'rosario smowing' (orquesta local)

‘No se olviden de nosotros.’ (D. J. Casanova)

Mis amigos buenos días.
A manera de semblanza intentaré noticiar a todos los curiosos de cómo ocurrió la cronología de esta bella orquesta local:
Rosario Smowing.

Recuerdo que mediando marzo del gris año 1999, el amigo Diego Javier Casanova intentaba unos lances con su trompeta en el viejo patio de la casa de calle Río Bamba entre mates y bizcochitos de grasa. Escapaban de su instrumento algunos santos marchando en tiempo de verano y, cada tanto, una frase recurrente, de su propia autoría, con cierta cadencia pegadiza. En un momento, ‘el hombre que fue todas las ondas’ despegó los labios de la boquilla y, contemplando la vieja pava a mi lado, dijo pensativo y a modo de confesión: ‘sabe don Orlando: ando con ganas de reunir una orquesta. Una orquesta chica, para dar swing.’ Recibí sus palabras con gracia, alargando un amargo hasta su diestra acomodé las gafas en mi rostro y, tusando mi fino bigote, respondíle: ‘me parece muy bonito gesto Capitán, porque como dice el colega César Parisi en la Radio Nacional: ¿conoce usted algo más lindo que el jazz?’.
Su trompeta se balanceaba de nuevo entre los santos y la cadencia original mientras la sonrisa del Capitán me indicaba que él tenía reunida esa orquesta ya.
Por lo menos dentro de su cabeza.

Hubo pensado en todo me dijo, en casi todo, diría. Hubo pensado sobre todo en las ganas de tocar jazz, swing, recordaba aquellos viejos vinilos dixieland, ciertos discos del ‘Gitano’, bellas milongas y valsesitos de Leonel ‘el ofe’ en la casona de calle Gálvez. Pensó en un guitarrista y convocó a Yak Yaquinto, lo más británico de la ciudad, exceptuando claro la vieja esquina de Urquiza y Paraguay. Para el bajo eléctrico supuso a aquel amigo de toda la vida: ‘el vasquito’ Raúl Sarasíbar. Se conocían de siempre, desde cuando él, ‘el vasquito’, era tucumano y vivía en un piso12. En los tambores imaginó a Carlos Lucchese. Y lo convocó, pero el free jazz les ganó la partida a todos y ése puesto quedó vacante hasta el acercamiento de Juan Porrini, hombre del rock nacional, lo cual significó swing rápido. apurado. Al piano se plantó ‘Hamburguesa’, de 'Scraps', Daniel Vega se llama, buen músico, siempre le gritan improperios en los shows.
Y la delantera, los vientos: capitaneados por el mismo Casanova en trompeta y voz, Vladimir Garbulsky en clarinete: un tipo experimentado, hombre de tablas, y Roberto Cagnone en la otra trompeta. Con ese plantel se sucedieron periódicos ensayos en el extinto salón ‘La familia’ de la calle Entre Ríos.
Hubo una vez cierto ensayo en el que ‘el vasquito’ se demoró un poco en llegar al salón y Yak tomó prestado el bajo eléctrico, mientras esperaban. Tocó y tocó hasta que Raúl llegó y se colgó la guitarra entre las manos. Los dos estaban cómodos en sus nuevos zapatos.
Decidieron intentarlo y funcionó. Las melodías del ‘vasquito’ se desplegaban como si hubiesen estado esperando que esas manos tomaran la guitarra y las liberase en caudal. Los dedos de Yaquinto bajaban y subían, golpeaban las cuatro cuerdas con el beat exacto, cómodos en el swing, dando estructuras básicas como sólo un arquitecto podría lograr.
Así, con esta formación, continúan ensayando y componiendo (Casanova y Yak y Raúl sobretodo, aunque los arreglos y definiciones estuvieron siempre sujetos a la opinión de todos).
Descubren así el carácter democrático de la orquesta, actitud sostenida aún hasta nuestros días. Ensayan y componen, componen y ensayan. ‘El vasquito’ Raúl llegaba a los ensayos y mostraba una melodía nueva cada vez, apoyadas siempre por las bases de Yak y las letras del Capitán, llegando a consolidarse él, ‘el vasquito’, como una usina, una factoría de melodías en sí mismo.
Ciertas tardes, mientras don calo armaba algo o el capitán buscaba a su hijo tomás en la escuela, el vasco y hamburguesa se enroscaban en interminables composiciones floydianas, insoportables. por fortuna, retornaba el capitán al salón y acomodaba un poco las mentes de estos dos dementes. Luego de un tiempo de maduración, estuvieron listos para presentar su primer conjunto de canciones en un ciclo que se desarrolló en el Centro de Expresiones Contemporáneas, a la sazón el C. E. C., el cual se intituló: “jueves en banda”.
Así, el jueves trece de abril del año 2000, ante una expectante concurrencia, efectuaron su debut. Conservo siempre en la memoria a una pareja que bailaba en el centro mismo del ruedo, bajo la tarima de la orquesta, allí, en donde hay que bailar. y no podía dejar de bailar, aún después del show.
Poco tiempo después dan un concierto en el viejo teatro ‘Caras y caretas’, de la calle Corrientes, casi presentados por un servidor, olvidable performance ahogada en el silencio de los micrófonos. Swing demasiado rápido para ser llamado ‘swing’. Hasta que después de un show en el mítico club Theyler del barrio La guardia, el 25 de mayo del 2000, se separan de la orquesta el baterista Juan Porrini y el pianista Hamburvega, dejando las vacantes para que las cubran respectiva y magistralmente Hugo ‘cachorro’ Coronel y Silvestre ‘silverfinger’ Borgatello.
Entonces: el vasco Raúl (gtr), Yak Yaquinto (bajo), Huguito Coronel (batería), Silvestre Borgatello (piano), vladimir Garbulsky (clarinete), Roberto Cagnone (trompeta, sordina) y Diego Javier Casanova (trompeta, voz), contando con el invaluable apoyo técnico en escenarios de Bambam Krassniaski y don Calo Kalito: sensei y saltamontes.
Esta formación es la que hace gran parte del camino y en ése período es cuando más canciones se componen y arreglan. Se vuelca una serie de conciertos al público que los empieza a seguir de acuerdo a las canciones bailables y melodiosas que da la orquesta.
(continúa)